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IA y Gemini: el gasto de agua y energía que no se cuenta

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Robinson Lalos
Editor Senior
IA y Gemini: el gasto de agua y energía que no se cuenta

Cada vez que haces una pregunta a Gemini, ChatGPT o cualquier otro asistente de inteligencia artificial, estás activando una compleja maquinaria que consume recursos naturales de formas que ni imaginas. Detrás de esas respuestas instantáneas que parecen surgir de la nada, existe un enorme consumo de agua y energía que las empresas tecnológicas rara vez mencionan en sus presentaciones glamurosas.

Centro de datos mostrando el consumo de agua y su impacto en la IA

Recientemente, Google publicó un estudio que intenta transparentar el impacto ambiental de su IA Gemini, afirmando que cada consulta consume apenas cinco gotas de agua y una cantidad mínima de energía. Pero, ¿es esta la historia completa? ¿O estamos viendo solo la punta del iceberg de un problema mucho más grande?

El dilema ambiental de la IA

La inteligencia artificial ha revolucionado nuestra forma de trabajar, aprender y comunicarnos. Pero esta revolución digital tiene un costo ambiental que rara vez se discute. Mientras celebramos sus capacidades asombrosas, los centros de datos que alimentan estos modelos consumen cantidades masivas de agua y energía, contribuyendo a la crisis climática y exacerbando la escasez de recursos hídricos en muchas regiones del mundo.

En este artículo, vamos a profundizar en las cifras que Google presenta sobre el consumo de recursos de Gemini, pero también vamos a escuchar a los expertos que cuestionan estas estimaciones. Veremos estudios independientes que pintan un panorama muy diferente y exploraremos el impacto más amplio de la IA en nuestro planeta. Porque para entender verdaderamente el costo de esta tecnología, necesitamos mirar más allá de las cifras optimistas que las empresas nos presentan.

El estudio de Google: ¿Solo cinco gotas por consulta?

En un movimiento aparentemente hacia la transparencia, Google publicó recientemente un estudio detallando el impacto ambiental de su asistente de IA Gemini. Según el gigante tecnológico, una consulta promedio a Gemini consume aproximadamente 0.26 mililitros de agua (el equivalente a cinco gotas) y 0.24 vatios-hora de energía, lo que generaría alrededor de 0.03 gramos de emisiones de CO₂. Para ponerlo en perspectiva, Google compara este consumo con mirar la televisión durante menos de nueve segundos.

Centro de datos con servidores iluminados

La compañía también destaca los avances en eficiencia que han logrado: según su informe, el consumo de electricidad por consulta se redujo 33 veces y su huella de carbono 44 veces entre mayo de 2024 y mayo de 2025. Estas cifras, sin duda, impresionan y sugieren que Google está tomando en serio el desafío de reducir el impacto ambiental de sus tecnologías.

La metodología de Google

Según el informe, Google utiliza una metodología integral que abarca múltiples aspectos del consumo. No se limitan a medir el consumo de los chips activos durante la inferencia (cuando el modelo genera respuestas), sino que también consideran los chips inactivos, el consumo de la CPU y RAM, y los sistemas de enfriamiento, distribución eléctrica y otros elementos de soporte. Del total de energía consumida, el 58% corresponde a los chips especializados de IA, el 25% al procesador y memoria central, y el resto a sistemas de respaldo, refrigeración y conversión de energía.

Jeff Dean, científico jefe de Google, declaró a MIT Technology Review que "la gente utiliza [herramientas de IA] para todo tipo de actividades, y no debería preocuparse demasiado por el consumo de energía o agua de los modelos Gemini, porque en nuestras mediciones reales demostramos que es equivalente a acciones cotidianas que ni siquiera notas, como mirar la televisión unos segundos o beber cinco gotas de agua".

Estas afirmaciones, sin duda, tranquilizan a los usuarios que cada vez dependen más de estas herramientas en su vida diaria. Pero, ¿son realmente tan insignificantes cinco gotas de agua? ¿Y qué pasa cuando millones de usuarios hacen consultas simultáneamente? La historia, como veremos a continuación, es mucho más compleja de lo que Google nos presenta.

Las críticas: ¿Oculta Google información crucial?

A pesar de que el informe de Google representa un paso hacia la transparencia en una industria tradicionalmente hermética, numerosos expertos han expresado sus dudas sobre las cifras presentadas. Las críticas se centran en lo que el estudio no incluye, y estas omisiones podrían estar distorsionando significativamente nuestra comprensión del verdadero impacto ambiental de la IA.

Sistema de refrigeración de un centro de datos

El agua indirecta que no se cuenta

Shaolei Ren, profesor asociado de ingeniería eléctrica y computación en la Universidad de California en Riverside, es uno de los críticos más vocal. Ren afirma que el estudio de Google "oculta información crítica" y "envía un mensaje equivocado al mundo". Su principal objeción: el consumo indirecto de agua —proveniente de la generación de electricidad— puede ser hasta 200 veces mayor que el uso directo en los centros de datos. Google solo considera el agua empleada en los sistemas de enfriamiento de los servidores, ignorando completamente el agua utilizada en las plantas de energía que alimentan esos centros.

Alex de Vries-Gao, fundador de Digiconomist, coincide con esta visión: "Solo vemos la punta del iceberg". El experto señala que Google no considera el impacto de la infraestructura adicional, como plantas de gas o nucleares, que también consumen agua y generan emisiones para satisfacer la creciente demanda energética de la IA.

Emisiones basadas en compromisos, no en realidad

Otra crítica importante es que Google solo reporta emisiones según sus compromisos con energías renovables, pero no incluye el impacto real según la mezcla energética local, que suele ser más contaminante. En otras palabras, aunque Google compre créditos de energía renovable, la electricidad que realmente consume sus centros de datos probablemente proviene de fuentes más contaminantes, especialmente en regiones donde las renovables no son la principal fuente de energía.

Además, el estudio de Google no ha sido sometido a revisión por pares, un estándar fundamental en la comunidad científica para validar la fiabilidad de la investigación. Aunque la compañía asegura que está abierta a hacerlo en el futuro, esta falta de validación externa genera escepticismo sobre la precisión de sus afirmaciones.

"Simplemente ocultan información crucial. Esto transmite un mensaje erróneo al mundo" - Shaolei Ren, profesor asociado de Ingeniería eléctrica e Informática en la Universidad de California en Riverside

Curiosamente, el informe de sostenibilidad 2025 de Google reveló que sus emisiones totales aumentaron un 11% el año pasado, a pesar de los avances en eficiencia que celebran en su estudio sobre Gemini. Esta contradicción sugiere que, aunque las mejoras en eficiencia por consulta son reales, el aumento masivo en el uso de la IA está superando con creces estas mejoras, resultando en un impacto ambiental neto mayor.

Estudios independientes: Una realidad muy diferente

Mientras Google presenta cifras que sugieren un impacto ambiental mínimo, varios estudios independientes pintan un panorama mucho más preocupante. Estas investigaciones, realizadas por académicos e instituciones sin vínculos con las grandes tecnológicas, revelan que el verdadero costo de la IA podría ser órdenes de magnitud superior a lo que las empresas nos quieren hacer creer.

Gráfico mostrando el consumo energético de centros de datos a nivel mundial
519 ml
Agua consumida para generar 100 palabras en ChatGPT

Un estudio de National Geographic reveló que generar un texto de 100 palabras en ChatGPT consume, en promedio, 519 mililitros de agua, el equivalente a una botella completa. Esto es casi 2,000 veces más que las 0.26 mililitros que Google afirma que consume Gemini por consulta. Si solo el 10% de la población activa en Estados Unidos usara este servicio semanalmente, el consumo anual de agua ascendería a más de 435 millones de litros, suficiente para abastecer a todos los hogares de un estado como Rhode Island durante un día y medio.

El costo energético oculto

En cuanto al consumo energético, las diferencias son igualmente alarmantes. Mientras Google afirma que una consulta consume 0.24 vatios-hora, estudios independientes indican que una respuesta de 100 palabras implica un consumo promedio de 0,14 kilovatios-hora (140 vatios-hora), casi 600 veces más. Si solo el 10% de los trabajadores estadounidenses usara esta tecnología semanalmente, el gasto anual de electricidad equivaldría al consumo energético de todos los hogares de Washington, D.C., durante 20 días.

Un estudio previo del propio Shaolei Ren estimó que una consulta de IA podría consumir hasta 50 mililitros de agua, considerando el uso indirecto, casi 200 veces más que la cifra de Google. Y según el Departamento de Energía de EE.UU., los centros de datos podrían representar entre el 6.7% y el 12% del consumo eléctrico del país para 2028, impulsados en gran parte por el auge de la IA.

Comparación entre el consumo de agua y energía de la IA

En Irlanda, un importante centro tecnológico, el auge de la IA podría hacer que los centros de datos representen casi el 35% del uso de energía del país para 2026. Estas proyecciones están generando tensiones en las redes locales, especialmente en estados como Georgia, Arizona y Texas, donde los costes más bajos de electricidad han atraído a gigantes tecnológicos que construyen centros de datos a un ritmo acelerado, agravando los problemas de transmisión y abastecimiento.

"El estudio de Google es un paso hacia la transparencia, pero 'no cuenta la historia completa'" - Expertos en impacto ambiental de la IA

El impacto global: Más allá de Gemini

El debate sobre el consumo de agua y energía de Gemini es solo una pequeña parte de un problema mucho mayor: el impacto ambiental general de la inteligencia artificial. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la proliferación de centros de datos que albergan servidores de IA produce desechos electrónicos tóxicos, consume cantidades masivas de agua y electricidad, y depende de minerales críticos que a menudo se extraen de forma insostenible.

Gráfico mostrando el crecimiento de la demanda eléctrica de los centros de datos

El crecimiento exponencial de los centros de datos

Impulsado en parte por la explosión de la IA, el número de centros de datos ha aumentado a 8 millones desde 500.000 en 2012. A nivel mundial, la infraestructura relacionada con la IA pronto podría consumir seis veces más agua que Dinamarca, un país de 6 millones de habitantes. Esto es especialmente preocupante porque una cuarta parte de la humanidad carece de acceso a agua potable y saneamiento en la actualidad.

Golestan (Sally) Radwan, directora de transformación digital del PNUMA, afirma que "todavía hay mucho que no sabemos sobre el impacto ambiental de la IA, pero algunos de los datos que tenemos son preocupantes". La experta advierte que "necesitamos asegurarnos de que el efecto neto de la IA en el planeta sea positivo antes de implementar la tecnología a gran escala".

El problema de los residuos electrónicos

Más allá del consumo de agua y energía, los centros de datos producen enormes cantidades de residuos electrónicos que a menudo contienen sustancias peligrosas, como mercurio y plomo. Además, los productos electrónicos que albergan la IA dependen de una cantidad asombrosa de recursos: fabricar una computadora de 2 kg requiere 800 kg de materias primas, y los microchips que alimentan la IA necesitan elementos de tierras raras, que a menudo se extraen de formas destructivas para el medio ambiente.

La IA también es lo que los expertos llaman un "comodín" ambiental porque es imposible predecir cómo afectarán al planeta las aplicaciones basadas en esta tecnología. Por ejemplo, el desarrollo de coches autónomos podría hacer que más personas conduzcan en lugar de usar transporte más sostenible, aumentando las emisiones. Además, la IA podría utilizarse para generar información errónea sobre el cambio climático, minimizando la amenaza a los ojos del público.

Hacia un futuro más sostenible: ¿Qué podemos hacer?

Ante este panorama preocupante, surgen preguntas inevitables: ¿qué estamos haciendo para abordar el impacto ambiental de la IA? ¿Y qué más podríamos hacer? Aunque el desafío es enorme, ya existen algunas iniciativas y recomendaciones que podrían ayudarnos a mitigar los efectos negativos de esta tecnología.

Centro de datos mostrando sistemas de refrigeración y consumo energético

Recomendaciones del PNUMA

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente recomienda cinco acciones principales: establecer procedimientos normalizados para medir el impacto ambiental de la IA; elaborar reglamentos que exijan a las empresas divulgar las consecuencias ambientales de sus productos; hacer que los algoritmos de IA sean más eficientes; alentar a las empresas a que sus centros de datos sean más ecológicos mediante energías renovables; e integrar las políticas relacionadas con la IA en las normativas medioambientales más amplias.

Algunas empresas tecnológicas ya están tomando medidas. Microsoft, por ejemplo, firmó un acuerdo para comprar toda la energía generada por el reactor nuclear de Three Mile Island, aunque no estará operativo hasta 2028. Google, por su parte, se ha comprometido a reponer el 120% del agua que utiliza para 2030, aunque un informe reciente reveló que apenas alcanzó un 18% de reposición en 2023.

La paradoja de Jevons

Los expertos también advierten sobre la paradoja de Jevons: a mayor eficiencia, mayor uso general de recursos. A medida que la IA se vuelve más eficiente, su uso aumenta exponencialmente, lo que podría llevar a un consumo neto mayor de energía y agua. Por eso, las mejoras en eficiencia deben ir acompañadas de políticas claras de transparencia y regulación que limiten el crecimiento indiscriminado del consumo.

Como usuarios, también podemos contribuir siendo más conscientes de nuestro uso de la IA. Cada vez que hacemos una consulta a un asistente virtual, estamos consumiendo recursos naturales. No se trata de dejar de usar estas herramientas, sino de hacerlo de manera más responsable, evitando consultas innecesarias y optando por modelos más eficientes cuando sea posible.

Reflexión final: ¿Cuál es el verdadero costo de la IA?

La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, y su potencial para transformar positivamente nuestra sociedad es innegable. Desde la medicina hasta la educación, pasando por la investigación científica y la creatividad, la IA está abriendo nuevas fronteras que antes parecían imposibles. Pero como ocurre con muchas revoluciones tecnológicas, estamos tan fascinados por sus capacidades que a menudo pasamos por alto sus costos ocultos.

Más allá de las cinco gotas

El estudio de Google sobre el consumo de recursos de Gemini es, sin duda, un paso hacia la transparencia en una industria que tradicionalmente ha operado en la opacidad. Pero como hemos visto, las cinco gotas de agua por consulta que la empresa nos presenta son solo una pequeña parte de una historia mucho más compleja y preocupante.

Cuando consideramos el consumo indirecto de agua, la energía utilizada en la generación de electricidad, los residuos electrónicos generados y la extracción insostenible de minerales raros, el verdadero costo de la IA se vuelve mucho más significativo. Y este costo se multiplica exponencialmente a medida que más personas y empresas adoptan estas tecnologías en su vida diaria.

La pregunta que debemos hacernos como sociedad es: ¿estamos dispuestos a aceptar este costo ambiental a cambio de los beneficios que nos ofrece la IA? ¿O podemos encontrar un equilibrio que nos permita aprovechar el potencial de esta tecnología sin sacrificar la salud de nuestro planeta?

La respuesta, probablemente, no está en rechazar la IA, sino en desarrollarla y utilizarla de manera más consciente y sostenible. Esto requiere un esfuerzo conjunto de gobiernos, empresas y usuarios. Necesitamos regulaciones más estrictas, mayor transparencia por parte de las empresas tecnológicas, y como consumidores, una mayor conciencia sobre el impacto ambiental de nuestras acciones digitales.

"Necesitamos asegurarnos de que el efecto neto de la IA en el planeta sea positivo antes de implementar la tecnología a gran escala" - Golestan (Sally) Radwan, directora de transformación digital del PNUMA

La próxima vez que hagas una pregunta a Gemini o cualquier otro asistente de IA, tómate un momento para reflexionar sobre el viaje que esa consulta ha realizado: desde tu dispositivo, pasando por centros de datos que consumen enormes cantidades de agua y energía, hasta volver a ti en forma de respuesta instantánea. Porque detrás de esa interacción aparentemente simple y mágica, existe una compleja infraestructura con un impacto ambiental real y medible.

La tecnología no es neutra, y las decisiones que tomamos hoy sobre cómo desarrollamos y utilizamos la IA darán forma al mundo que heredarán las futuras generaciones. La pregunta es: ¿qué legado queremos dejar?

Publicado el 22/8/2025

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