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Madrid crea nariz electrónica con nanotecnología avanzada

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Robinson Lalos
Editor Senior
Madrid crea nariz electrónica con nanotecnología avanzada

La Nariz Electrónica de Madrid: Revolucionando la Detección de Olores con Nanotecnología

Nanotecnología Innovación Madrid
Sensor de gases basado en nanotubos de carbono desarrollado por IMDEA Nanociencia

Madrid vuelve a ponerse en el mapa mundial de la innovación científica con un desarrollo que, aunque pequeño en tamaño, promete cambios gigantescos en múltiples industrias. Hablamos de una nariz electrónica capaz de detectar olores con una precisión sin precedentes, desarrollada por el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados IMDEA Nanociencia en colaboración con la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán.

Un hito en la detección de gases

Esta innovadora tecnología es capaz de identificar compuestos orgánicos volátiles y percibir gases como el amoníaco, el dióxido de nitrógeno o vapores de acetona en concentraciones increíblemente bajas, por debajo de las 100 partes por billón (ppb). Para que nos hagamos una idea, es como detectar una sola gota de perfume en una piscina olímpica.

Lo que hace especialmente revolucionario este desarrollo no es solo su capacidad para "oler" con una precisión extraordinaria, sino la tecnología que lo hace posible: unos sensores basados en nanotubos de carbono funcionalizados con MINTs (Nanotubos de Carbono Mecánicamente Entrelazados). Esta combinación de nanotecnología de vanguardia y un ingenioso diseño químico ha permitido superar uno de los mayores desafíos en este campo: lograr alta sensibilidad sin sacrificar selectividad.

Pero, ¿qué significa realmente este avance para nosotros, los ciudadanos de a pie? ¿Cómo puede cambiar nuestra vida diaria una tecnología que parece sacada de la ciencia ficción? Acompáñanos en este viaje por el fascinante mundo de la olfacción artificial y descubre por qué esta nariz electrónica madrileña está generando tantas expectativas en la comunidad científica internacional.

¿Qué es exactamente esta nariz electrónica?

Edificio del IMDEA Nanociencia en Madrid

Cuando hablamos de "nariz electrónica", muchos imaginamos un dispositivo con forma de nariz humana, quizás con dos fosas nasales y todo. Pero la realidad es bastante diferente, y mucho más fascinante. La nariz electrónica desarrollada en Madrid no se parece en nada a nuestro órgano olfativo, pero sí imita su función de una manera extraordinariamente eficiente.

En esencia, se trata de una matriz de sensores de gases que funciona como un sistema olfativo artificial. Cada uno de estos sensores está diseñado para reaccionar ante la presencia de determinadas moléculas en el aire, generando una respuesta eléctrica que puede ser medida y analizada.

Al igual que nuestra nariz envía señales al cerebro para que interprete los olores, esta nariz electrónica envía sus lecturas a algoritmos de procesamiento que identifican patrones y determinan qué compuestos químicos están presentes en el aire analizado.

Una de las características más destacables de este dispositivo es su capacidad para funcionar a temperatura ambiente, lo que reduce significativamente el consumo energético y abre la puerta a aplicaciones portátiles que antes eran impensables.

Más allá de los límites humanos

Mientras que el ser humano puede distinguir aproximadamente un billón de olores diferentes (aunque la mayoría de nosotros no llegamos ni a una pequeña fracción de ese potencial), esta nariz electrónica puede detectar compuestos en concentraciones tan bajas que serían completamente imperceptibles para nosotros. Además, a diferencia de nuestras narices, que pueden fatigarse o adaptarse a un olor y dejar de percibirlo, este dispositivo ofrece mediciones consistentes y objetivas sin importar cuánto tiempo lleve expuesto a un mismo compuesto.

La historia de las narices electrónicas no es nueva. El concepto fue enunciado por primera vez en 1982 por los profesores Krishna Persaud y George Dood de la University de Warwick, pero desde entonces ha evolucionado enormemente. Lo que hace especial al desarrollo madrileño es la combinación de materiales de última generación y un diseño innovador que resuelve problemas que durante años han limitado la aplicación práctica de estas tecnologías.

"Esta 'nariz electrónica' está formada por una matriz a medida de quimirresistores capaces de detectar gases como el amoníaco, el dióxido de nitrógeno o vapores de acetona a temperatura ambiente, lo que abre el camino hacia monitores ambientales de bajo consumo y dispositivos portátiles para el análisis del aliento." - IMDEA Nanociencia

El secreto está en los nanotubos

Microestructura de nanotubos de carbono

Si hay algo que define el avance científico es la capacidad de ver y manipular la materia a escalas cada vez más pequeñas. Y en este caso, el secreto del éxito de la nariz electrónica madrileña reside en los nanotubos de carbono de pared única, estructuras cilíndricas microscópicas con un diámetro menor a 2 nanómetros (para que nos hagamos una idea, un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro).

El problema de la selectividad

Los nanotubos de carbono son materiales ideales para la detección de gases gracias a su enorme superficie en relación con su volumen. Sin embargo, esta misma característica que los hace tan sensibles también es su principal limitación: su baja selectividad. Es decir, reaccionan ante prácticamente cualquier compuesto químico, lo que dificulta identificar qué sustancia específica están detectando.

Para resolver este desafío, los investigadores de IMDEA Nanociencia han desarrollado una solución ingeniosa: "vestir" los nanotubos con moléculas en forma de anillo, creando lo que conocen como Nanotubos de Carbono Mecánicamente Entrelazados (MINTs). Estas moléculas actúan como filtros selectivos, permitiendo que solo ciertos compuestos químicos interactúen con el nanotubo y generen una respuesta eléctrica.

Lo realmente brillante de este enfoque es que permite introducir funcionalidades químicas en los nanotubos sin alterar su estructura intrínseca. Es como ponerle un traje a medida a cada nanotubo, diseñado específicamente para interactuar solo con determinadas moléculas.

Gracias al control sintético sobre la estructura de las moléculas entrelazadas, los investigadores pueden ajustar con precisión las propiedades del sensor, abriendo una nueva frontera en el diseño de narices electrónicas inteligentes, selectivas y escalables.

Investigadores trabajando en el laboratorio de IMDEA Nanociencia

Los resultados han sido espectaculares. Los quimirresistores basados en MINTs mostraron una respuesta significativamente mejor frente a los gases objetivo —incluyendo amoníaco, etanol, isopropanol, benceno, dióxido de nitrógeno, acetona y hipoclorito de sodio— que los nanotubos sin modificar, incluso a bajas concentraciones (10–200 ppm). Pero lo más impresionante es que su límite de detección está por debajo de decenas de partes por billón (ppb), un nivel de sensibilidad que marca un nuevo récord en este campo.

Una de las capas sensoras mostró incluso una sensibilidad hasta 10 veces mayor y tiempos de respuesta más rápidos, simplemente reduciendo el grosor de la película. Este descubrimiento demuestra que no solo la composición química, sino también la arquitectura física del sensor, juega un papel crucial en su rendimiento.

"Al ensamblarse en una matriz, estos sensores se comportan como un sistema olfativo artificial, capaz de identificar de forma selectiva analitos específicos a pesar de la presencia de potenciales interferencias. Por ejemplo, el amoníaco se distinguió con éxito de una amplia gama de otros vapores." - Investigadores de IMDEA Nanociencia

Aplicaciones revolucionarias

Una tecnología tan innovadora como esta nariz electrónica no tarda en despertar la imaginación de científicos e ingenieros, que rápidamente comienzan a vislumbrar sus posibles aplicaciones. Y en este caso, las posibilidades son prácticamente infinitas, abarcando desde la medicina hasta la seguridad alimentaria, pasando por el control medioambiental y la industria.

Medicina: El aliento como diagnóstico

Una de las aplicaciones más prometedoras de esta tecnología es en el campo médico. El aliento humano contiene cientos de compuestos orgánicos volátiles que pueden servir como biomarcadores de diferentes enfermedades. Por ejemplo, ciertos niveles de acetona en el aliento pueden indicar diabetes, mientras que compuestos específicos pueden señalar la presencia de algunos tipos de cáncer.

Con una nariz electrónica tan sensible como la desarrollada en Madrid, podrían realizarse diagnósticos no invasivos, rápidos y económicos simplemente analizando el aliento de los pacientes. Imagine una prueba de detección precoz de cáncer tan sencilla como soplar en un dispositivo.

Medio ambiente: La monitorización ambiental es otra área donde esta tecnología puede marcar un antes y un después. La capacidad para detectar gases contaminantes en concentraciones mínimas permitiría crear redes de sensores mucho más eficaces para controlar la calidad del aire en ciudades, industrias o zonas naturales.

Industria alimentaria: En la industria alimentaria, estas narices electrónicas pueden utilizarse para el control de calidad, detectando cuando un alimento comienza a deteriorarse antes incluso de que sea perceptible para el olfato humano. También podrían ayudar a garantizar la autenticidad de productos como aceites, vinos o quesos, identificando fraudes o adulteraciones.

Seguridad: La detección de sustancias peligrosas o explosivas es otra aplicación evidente. Un dispositivo portátil basado en esta tecnología podría ser utilizado por equipos de seguridad en aeropuertos, estaciones o eventos multitudinarios para detectar la presencia de compuestos peligrosos de forma rápida y fiable.

Investigador en el laboratorio analizando muestras

Mejorando la calidad de vida

Una aplicación que quizás no es tan evidente pero que podría tener un impacto enorme en la calidad de vida de muchas personas es la ayuda para quienes sufren de anosmia (incapacidad de detectar olores) o hiposmia (reducción de la habilidad para detectar olores). Se estima que entre el 2-4% de la población padece estas condiciones, que pueden ser peligrosas en casos como ingerir comida en mal estado o no percibir olores de gas o humo.

Una nariz electrónica correctamente calibrada podría ser la solución para dotar a estas personas de un "sentido del olfato" artificial que les alertara de estos peligros, mejorando significativamente su autonomía y seguridad.

Y estas son solo algunas de las aplicaciones más evidentes. La versatilidad de esta tecnología permite imaginar usos en campos tan diversos como la agricultura de precisión (detectando plagas o enfermedades en los cultivos), la perfumería (creando fragancias más complejas y personalizadas) o incluso en el mundo del arte (analizando y preservando obras antiguas).

Lo que está claro es que nos encontramos ante una tecnología con un potencial transformador que podría cambiar la forma en que interactuamos con nuestro entorno y cómo entendemos el mundo a través del sentido del olfato.

Los cerebros detrás de la innovación

Equipamiento de laboratorio en IMDEA Nanociencia

Detrás de todo gran avance científico siempre hay un equipo de personas apasionadas, dedicadas y excepcionalmente talentosas. Y este desarrollo no es una excepción. La nariz electrónica que está poniendo a Madrid en el mapa mundial de la nanotecnología es el resultado de una colaboración internacional entre dos instituciones de excelencia: el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados IMDEA Nanociencia y la Università Cattolica del Sacro Cuore de Milán.

IMDEA Nanociencia: Excelencia en investigación

IMDEA Nanociencia es un centro de investigación interdisciplinar en Madrid dedicado a la exploración de la nanociencia y el desarrollo de aplicaciones de la nanotecnología en relación con industrias innovadoras. Desde 2017, ostenta la acreditación de Excelencia Severo Ochoa, el máximo reconocimiento a la excelencia investigadora a nivel nacional en España.

Este centro se ha consolidado como un referente internacional en el campo de la nanociencia, atrayendo talento de todo el mundo y fomentando colaboraciones que dan lugar a avances como el que hoy nos ocupa.

El equipo español está liderado por el Prof. Emilio M. Pérez, un reconocido investigador en el campo de la química de materiales de baja dimensionalidad. Bajo su dirección, un grupo de científicos ha trabajado incansablemente para desarrollar y perfeccionar la tecnología de los MINTs que ha hecho posible esta nariz electrónica tan precisa.

Por su parte, el equipo italiano, liderado por el Prof. Luigi Sangaletti, ha aportado su experiencia en el desarrollo de sistemas de detección y análisis de señales, complementando perfectamente el trabajo de sus colegas españoles.

Los investigadores que han participado directamente en este trabajo son: Michele Galvani, Alejandro López-Moreno, Natalia Martín Sabanés, Sylwia Parzyszek, Michele Zanotti, Sonia Freddi, Emilio M. Pérez, y Luigi Sangaletti. Un equipo multidisciplinar que combina conocimientos de química, física, ingeniería y ciencia de materiales.

La investigación, publicada en la prestigiosa revista Journal of the American Chemical Society, ha sido parcialmente financiada por la acreditación de Excelencia Severo Ochoa concedida a IMDEA Nanociencia (CEX2020-001039-S), lo que demuestra la importancia de las políticas de apoyo a la investigación de excelencia para el desarrollo de tecnologías punteras.

"Este trabajo es el resultado de una colaboración entre investigadores del Instituto IMDEA Nanociencia, liderados por el Prof. Emilio M. Pérez, y de la Università Cattolica del Sacro Cuore, liderados por el Prof. Luigi Sangaletti. Ha sido parcialmente financiado por la acreditación de Excelencia Severo Ochoa concedida a IMDEA Nanociencia." - IMDEA Nanociencia

El éxito de esta colaboración internacional es un ejemplo perfecto de cómo la ciencia no conoce fronteras y cómo el trabajo conjunto entre equipos de diferentes países y disciplinas puede acelerar el progreso científico y tecnológico en beneficio de toda la sociedad.

Un futuro con olor a éxito

Cuando un avance científico como este ve la luz, es natural preguntarse qué nos depara el futuro. ¿Cuáles son los próximos pasos? ¿Cómo evolucionará esta tecnología en los próximos años? ¿Cuándo empezaremos a ver aplicaciones prácticas en nuestra vida diaria?

De la teoría a la práctica

Aunque la nariz electrónica desarrollada en Madrid es ya una realidad demostrada en el laboratorio, el camino desde un prototipo de investigación hasta un producto comercial puede ser largo y complejo. Los investigadores están trabajando actualmente en la miniaturización de los dispositivos y en la optimización de los procesos de fabricación para hacerlos más económicos y escalables.

Miniaturización: Uno de los objetivos principales es reducir el tamaño de los sensores para poder integrarlos en dispositivos portátiles como smartphones o relojes inteligentes. Imagina poder analizar la calidad del aire a tu alrededor con un simple gesto o recibir alertas sobre posibles riesgos para la salud directamente en tu muñeca.

Inteligencia artificial: La combinación de estos sensores con algoritmos de aprendizaje automático permitirá crear sistemas cada vez más inteligentes capaces de no solo detectar la presencia de ciertos compuestos, sino también de interpretar patrones complejos y realizar predicciones sobre la calidad del aire, la frescura de los alimentos o el estado de salud de las personas.

Producción masiva: Para que esta tecnología tenga un impacto real en la sociedad, es necesario desarrollar métodos de fabricación que permitan producir estos sensores a gran escala y a un coste razonable. Los investigadores están explorando diferentes técnicas de impresión y deposición de materiales que podrían hacer posible esta escalabilidad.

Edificio moderno con el logo de IMDEA

A corto plazo, es probable que veamos las primeras aplicaciones en entornos controlados como hospitales, laboratorios o industrias específicas. Por ejemplo, podrían utilizarse para el control de calidad en la industria alimentaria o para la monitorización de contaminantes en entornos industriales.

A medio plazo, con la reducción de costes y la miniaturización de los dispositivos, es posible que empecemos a ver aplicaciones más cercanas al consumidor final. Dispositivos portátiles para el control de la calidad del aire en el hogar, sistemas de diagnóstico médico no invasivos o incluso aplicaciones en el mundo de la gastronomía y la perfumería.

Impacto social y económico

Más allá de las aplicaciones técnicas, esta tecnología tiene el potencial de generar un impacto social y económico significativo. En el ámbito de la salud, podría contribuir a la detección precoz de enfermedades, reduciendo costes sanitarios y mejorando la calidad de vida de los pacientes. En el medio ambiente, ayudaría a controlar la contaminación y a prevenir riesgos para la salud pública. Y en el ámbito industrial, mejoraría la eficiencia de los procesos de control de calidad y abriría nuevas oportunidades de negocio.

Para Madrid y para España en general, este desarrollo representa una oportunidad para posicionarse como referente en el campo de la nanotecnología y la olfacción artificial, atrayendo inversión, talento y fomentando la creación de empresas de base tecnológica que exploren las aplicaciones comerciales de esta innovación.

El futuro de esta nariz electrónica es, sin duda, prometedor. Y aunque todavía queda camino por recorrer, el trabajo de los investigadores de IMDEA Nanociencia y sus colaboradores italianos ha sentado las bases para una revolución tecnológica que, como bien dice su nombre, huele a éxito.

Conclusión: El poder de oler lo invisible

A lo largo de este artículo, hemos recorrido el fascinante mundo de la nariz electrónica desarrollada en Madrid por IMDEA Nanociencia. Hemos descubierto cómo los nanotubos de carbono funcionalizados con MINTs han permitido crear un dispositivo capaz de detectar olores con una precisión sin precedentes, abriendo la puerta a aplicaciones que podrían transformar múltiples aspectos de nuestra vida.

Un avance con múltiples dimensiones

Lo que hace especialmente relevante este desarrollo es que no es solo un avance técnico, sino que representa un hito en varias dimensiones:

Científica: Demuestra el potencial de la nanotecnología para resolver problemas complejos y abre nuevas líneas de investigación en el campo de los sensores químicos.

Tecnológica: Supera limitaciones que durante años han dificultado la aplicación práctica de las narices electrónicas, como la falta de selectividad y la necesidad de funcionar a altas temperaturas.

Social: Ofrece soluciones a problemas reales en campos como la salud, el medio ambiente o la seguridad, con el potencial de mejorar la calidad de vida de millones de personas.

Pero quizás lo más importante de este avance es que nos recuerda que la ciencia y la tecnología no son fines en sí mismas, sino herramientas al servicio de la sociedad. Cada vez que un grupo de investigadores como el de IMDEA Nanociencia logra superar un límite técnico, no solo está avanzando en el conocimiento, sino que está abriendo nuevas posibilidades para mejorar nuestro mundo.

La nariz electrónica que hemos conocido en este artículo es un ejemplo perfecto de cómo la investigación básica, esa que a veces parece alejada de las preocupaciones cotidianas, puede dar lugar a aplicaciones con un impacto directo en nuestra vida diaria. Desde la detección precoz de enfermedades hasta el control de la calidad del aire que respiramos, pasando por la seguridad alimentaria o la protección del medio ambiente, las aplicaciones de esta tecnología son tan diversas como importantes.

"Esta investigación no solo demuestra el poder de los sensores basados en MINTs para la detección compleja de gases, sino que también destaca su capacidad de personalización. De esta forma se pueden ajustar con precisión las propiedades del sensor, abriendo una nueva frontera en el diseño de narices electrónicas inteligentes, selectivas y escalables." - Investigadores de IMDEA Nanociencia

Como sociedad, debemos valorar y apoyar este tipo de investigaciones, que representan lo mejor de nuestra capacidad para entender y manipular el mundo a escala nanométrica en beneficio de todos. Porque al final, como bien dice el refrán, "no hay que subestimar el poder de las pequeñas cosas", y pocos ejemplos ilustran mejor esta verdad que estos diminutos nanotubos de carbono que están revolucionando la forma en que "olemos" el mundo.

La próxima vez que oiga hablar de nanotecnología o de narices electrónicas, recuerde que detrás de esos términos aparentemente complejos hay un esfuerzo humano por entender y mejorar nuestro entorno. Y quién sabe, quizás dentro de no mucho tiempo, gracias a avances como el que hemos conocido hoy, todos podamos "oler" lo invisible y acceder a una capa de información que hasta ahora nos permanecía oculta.

Porque al fin y al cabo, como bien demostran los investigadores de IMDEA Nanociencia, a veces las soluciones más revolucionarias no están en lo grande, sino en lo infinitamente pequeño.

Publicado el 26/8/2025

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